Al finalizar la Guerra de Independencia, Fernando VII restaura la monarquía derrogando la Constitución de 1812 que había jurado. Al igual que en otros países europeos, después de la ocupación napoleónica, la clase política española se dividió entre los partidarios del régimen tradicional, que en nuestra nación defendía la descentralización de España, los fueros regionales, los gremios para los trabajadores y las asambleas en cortes y los liberales, centralistas e influenciados enormemente por las ideas de la Revolución francesa. El reinado de Fernando VII se mostró incapaz de superar la división política y crear instituciones estables.
El periodo conocido como Trienio Liberal (1820-1823) se inicia tras el triunfo del pronunciamiento militar de Riego, donde una de las parte de los militares que iban a embarcarse a luchar a las Indias , hacen al rey Fernando VII restablecer la constitución de 1812. Tras el Trienio Liberal, llegamos a la Década Ominosa (1823-1833), periodo que corresponde a la última fase del reinado de Fernando VII y donde se restaura la monarquía tradicional, pero se aplican progresivamente medidas políticas liberales. Junto a esta evolución política, los años anteriores a las guerras carlistas fueron marcados por una profunda crisis económica en España, estimulada por la perdida de las provincias hispanoamericanas y por la quiebra del estado.
En 1827, Cataluña fue sacudida por La Revuelta de los Agraviados, una sublevación contra las medidas liberales del gobierno de Fernando VII. También hubo incidentes en Andalucía, Vascongadas, Aragón... El 10 de octubre de 1830 nació la futura Isabel II, siendo proclamada heredera legítima. La rama tradicionalista puso la mirada en el presunto heredero Carlos como su jefe natural, ya que era profundamente católico y firmemente antiliberal. En septiembre de 1832, con el rey gravemente enfermo en La Granja de San Ildefonso, se produjo la revuelta de los partidarios del infante Carlos para hacerse con el poder, y aunque fracasó, la presión consiguió que el rey anulara la Pragmática Sanción, con lo que el infante Carlos se convertía en el heredero. A pesar de ello, una vez recuperado, Fernando VII anuló el documento derogatorio y el 1 de octubre de 1832 destituyó el gobierno presidido por el catolico Calomarde. Fernando VII fue cediendo puestos clave a personalidades de un espectro cada vez más liberal, formando un gobierno con Francisco Cea Bermúdez.
En 1833 Carlos María Isidro estaba exiliado en Portugal, negándose a jurar a Isabel como princesa de Asturias, aduciendo que el rey Fernando VII no tenía potestad para promulgar la Pragmática Sanción y que, por tanto, seguía en vigor la Ley Sálica. Tras la muerte de Fernando VII, el infante lanzo un mensaje en Abrantes para hacer un llamamiento al ejército para rebelarse y defender en España un modelo tradicional. Ante esta situación los dos bandos podían considerarse legítimos herederos. La legitimidad del Carlismo, más que en cuestiones dinásticas de orden jurídico, viene determinada por la defensa de la tradición hispánica, foral y católica. Carlos María Isidro de Borbón no apoya su pretensión al trono exclusivamente en la Ley Sálica y en la ilegalidad de la Pragmática Sanción de 1830, sino en fundamentos de base tradicionalista y contra-revolucionarios, que es lo que da la propia legitimidad a sus partidarios. El carlismo pronto se propago por toda la península con distintos resultados dependiendo del lugar. El principal bastión fue Navarra que era la provincia más tradicionalista en esos momentos, de esta salio el general Zumalacárregui. En Andalucía y Extremadura, las provincias más empobrecidas, hubo nutridísimas partidas carlistas, que se oponían al latifundismo de la nueva burguesia terrateniente.